En esta escena encantadora, un majestuoso dragón yace en reposo en medio de un tesoro. El dragón, con sus escamas vibrantes brillando como esmeraldas, es el indiscutible punto focal de la imagen. Alrededor del dragón hay montones de monedas y joyas, cuyos ricos colores contrastan maravillosamente con los tonos verdes del dragón. Flanqueando al dragón a ambos lados hay dos feroces demonios de escamas negras, añadiendo un toque de peligro a este entorno de otro modo sereno. El telón de fondo es una cueva oscura con antorchas ardientes que emiten un resplandor ominoso, insinuando historias no contadas en este reino fantástico.